La vida oculta en la caja de nogal



Novela
Los secretos, las mentiras piadosas y las realidades ocultas son el legado de una madre a su hija. Eli, una fotógrafa, curiosa compulsiva, que será capaz de desenterrar muertos para atar todos los cabos sueltos del pasado. Sus hallazgos la llevarán a encontrar una serie de casualidades que la unirán entrañablemente con una mujer que no conoció: Elisa Renard, quien a través de sus crónicas narra su relación con un relojero, el flirteo con un soldado, su noviazgo secreto con Amado Nervo y el amor por su padre; un teniente coronel que participó en las fuerzas rebeldes para derrocar a Madero durante la Decena Trágica en México. Mujeres de varios amores que desafían las ataduras religiosas y morales para conquistar su derecho a ser libres. Las voces narrativas de La vida oculta en la caja de nogal no pretenden impresionar con complicados rebuscamientos intelectuales o narrativos. Sólo las conduce un agudo deseo de penetrar en lo recóndito de la condición humana. Amélie Olaiz ha publicado el libro de cuentos Aquí está tu cielo y el de minificciones Piedras de luna.

viernes, 17 de mayo de 2013

Video de la presentación en el INEHRM

Video de la presentación en el INEHRM

Presentación en el INEHRM


Presentación en el INEHRM
Modera: Lourdes Enriquez. 
Presentan: Hernán Lara Zavala, Luz Fernandez de Alba, Carlos de Bella y la autora.
Febrero 2013

Reseña por Luz Fernández de Alba


INEHRM, lunes 4 de marzo, 2013
Se dice que todas las familias felices son iguales, pero el sentido en que lo dijo Tolstoi es que son igualmente planas y aburridas, porque no les ocurre ningún hecho que sea lo suficientemente dramático como para hacer una novela. Y yo creo que sí son iguales, pero no por eso, sino porque en cada familia feliz existe una caja de nogal, como la que encontró la protagonista de esta admirable primera novela de Amélie Olaiz, en la que se oculta una vida llena de secretos y mentiras con el fin de seguir preservando la etiqueta de “familia feliz”, que orgullosamente se muestra ante la pequeña o la gran sociedad a la que pertenezca dicha familia.
Me he referido a una admirable primera novela porque no es lo más común que la primera sea de esas que atrapan desde que uno abre el libro hasta la última página, haciendo que el ocupado lector deje pendiente todo lo que tenía que hacer con tal de desentrañar una trama tan compleja como la que plantea Amélie Olaiz quien, además, nos cuenta una Historia con mayúscula y otra, con minúscula.
Me explico, la escritora --aquí presente, a quien yo conocí hace años caminando en la cordillera de los Himalayas-- escribió en realidad dos novelas que se van alternando capítulo por capítulo. La narradora de la primera, que en el libro aparece en cursivas, es Elisa Aguillón de Renard quien escribe --cuando puede-- lo que pasa en su vida cotidiana. Y aquí comienza la Historia con mayúscula que irrumpe violentamente en la plácida seguridad porfiriana que ella creía vivir en su pequeña historia con minúscula.
Los apuntes que Elisa hace a manera de diario, en una libreta que “oculta” –ya empezamos con los ocultamientos-- primero en un cajón de doble fondo en su recámara y después entre sus enaguas, comienzan el 5 de febrero de 1913. No hay que olvidar, y menos aquí en este Instituto dedicado al estudio de la Historia de las Revoluciones de México, que la llamada Decena Trágica comenzó justamente el 9 de febrero de 1913 y terminó, diez días después. Fueron los días más sangrientos que ha vivido la ciudad de México.
Veamos, por ejemplo, lo que escribió Elisa ese domingo 9 de febrero de hace cien años:
Hay muertos tirados en la calle y muchos heridos. Nosotros rezamos el rosario para que papá no esté entre ellos. No sé si al rezar se desaten poderes divinos que atiendan nuestras plegarias, pero después de tanto repetir lo mismo las ideas aparecen con mayor lentitud y dejo de tener marañas en la cabeza […]. Eso me hizo recordar a mi poeta. Una vez afirmó, que en Oriente las personas repiten mantras y el estado de paz que logran se les nota en la expresión, quizá sea algo parecido a rezar el rosario. (Elisa se refiere al poeta Amado Nervo con quien, como nos enteraremos más tarde, mantuvo una relación… debidamente oculta).
La segunda novela que, como ya dijimos corre paralela a la primera, comienza ochenta años después, en marzo de 1992, cuando la nieta de Elisa Renard, llamada igual que su abuela pero a quien se le conoce como Eli, descubre en un clóset la famosa caja de nogal y le entra una extraña pasión por investigar “hasta sus últimas consecuencias” --como se dice ahora tan frecuentemente sin que casi nunca se llegue a saber nada— la historia de su familia.
La obsesión por investigar hasta el más mínimo detalle de lo que su familia ocultó durante tantos años, lleva a Eli de la secretaría de la Defensa --porque su bisabuelo era un militar que imponía la ley del terror a su familia y ella quería saber cómo lo veían sus colegas del ejército-- a consultar a un grafólogo para indagar sobre su personalidad, y a buscar datos en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM sobre el secreto romance de su abuela con Amado Nervo. También a averiguar en el panteón francés de La Piedad los trámites que tendría que hacer para exhumar los restos de su abuelo Julio Renard. La verdad ya no recuerdo cómo logra completar la siempre complicada tramitología que hay en México hasta para pagar impuestos, pero si leen la novela de Amélie se enterarán de todo lo necesario para cuando se les ofrezca ir a abrir una tumba.
Cuando Eli era una niña pequeña no se le permitió ir al sepelio de su abuelo Julio y se le dijo que había muerto porque se había desnucado al darse un resbalón en la regadera. Ya grande, cuando sus investigaciones la van convirtiendo en más obsesiva que el Javert de Los miserables, Eli se siente sorprendida y engañada al saber --por uno de sus primos mayores-- que su pacífico abuelo Julio se había suicidado dándose un balazo en la cabeza
“así se usaba antes –la consoló Roberto— los niños no se enteraban de nada” y que en la nota de despedida que dejó al abandonar este mundo, sólo pedía que su caja de secretos se enterrara con él.
O sea que en esta “familia feliz”, cada quien tenía su caja para ir guardando lo que era más conveniente mantener oculto. Como es de suponerse, Eli se empeña en recuperar esta segunda caja de secretos, cuyo contenido no es tan rico como el de la caja de la Abuela Elisa por la simple razón de que el Abuelo Julio tenía menos imaginación que su mujer.
Eli gastó tanta energía física (los ires y venires de oficina en oficina para lograr la exhumación); moral (¿estaría bien o no hacerlo? porque le daba miedo ir a desenterrar a un muerto); económica (entre otros muchos gastos, tuvo que pagar setenta y cinco pesos a un cerrajero para que abriera el candado de la caja sin romperlo); y hasta emocional (su prima Brenda, con quien se llevaba muy bien, la llamó “necrófila” y la hizo sufrir dejándole de hablar un tiempo). El problema fue que simultáneamente al derroche de energía, Eli fue creando demasiadas expectativas sobre lo que encontraría en los secretos que su Abuelo Julio quiso llevarse a la tumba.
Sin embargo, cuando ya tuvo la caja abierta y pudo examinar los papeles y fotografías desteñidas que allí encontró, se dio cuenta de que muy poco de todo aquello tenía significado para ella. Recordó algo que había aprendido de los budistas: si se crean expectativas no basadas en la realidad lo que sigue, inevitablemente, es el dolor de la frustración. Tanto esfuerzo para que el conocimiento que ya tenía de su familia se quedara en el mismo punto al que ya había llegado antes de la exhumación. Esta es, a muy grandes rasgos, la estructura de la novela de Amélie que ahora estamos presentando. Pero falta lo más importante: el gozo, la emoción, el suspenso, que ustedes encontrarán en la lectura de este thriller familiar.
La autora sabe que la Historia, con mayúscula, de un país no sólo está hecha con los grandes nombres de los héroes o villanos, más o menos conocidos por todos. Está también formada por las pequeñas historias de todos los que vivieron y sufrieron o disfrutaron –según el bando en el que anduvieran-- los acontecimientos que consigna la Historia oficial. Y ése es el material con el que Amélie escribió su novela.
La vida oculta en la caja de nogal, es una lectura que enriquece nuestra visión de la Historia de México porque al mostrarnos la historia que la Abuela Elisa escribió de su vida cotidiana, nos está relatando al mismo tiempo por qué se tambaleaba el gobierno de Madero y cómo fue que entramos a aquellos días --que Alfonso Reyes llamó “De Caín y de metralla”-- y que conocemos como la Decena Trágica. Pero no fueron sólo diez días, sino toda una década convulsa que va de la Revolución maderista al Cuartelazo de felicistas, huertistas, reyistas. Y de ahí a una guerra civil y a la guerra entre facciones de grupos revolucionarios: carrancistas, villistas, obregonistas, zapatistas, que se andaban peleando por todo el país.
La historia que va escribiendo la abuela Elisa, ocultándola de las miradas de su familia, nos está relatando al mismo tiempo cómo vivía la esposa y los cuatro hijos de un Teniente Coronel rígido, estricto y atrabiliario; cómo eran tratadas las mujeres mientras los hombres se mataban en las calles alrededor de La Ciudadela; cómo era la ciudad de México hace cien años; cómo se vivía en las vecindades del ahora Centro Histórico; cómo se educaba a los niños para que no supieran nada de lo que pasaba con los grandes mas que a través de chismes o escuchando detrás de las puertas; cómo era Nahui Ollin, cuando todavía no era ni Nahui ni Ollin, sino solamente Carmen Mondragón, hija de un temible general, entusiasmada porque muy pronto se casaría con su novio Manuel. Y, sobre todo, los problemas que todos los días tenían que enfrentar las mujeres, felices o infelices, para darles de comer a sus maridos y a sus hijos, en una década en la que con frecuencia había problemas de abasto y no era fácil conseguir los alimentos.
Por su parte, la historia que escribe su nieta Eli, que abarca de 1992 a principios de 1994, también nos habla de los avances políticos y sociales que tuvo nuestro país en esos ochenta años. Nos encontramos ahora con una mujer que se gana la vida como fotógrafa y que no tiene que esconderse de nadie para ir a comer al pequeño restaurante del cual es dueño un hombre que ella desea. Eli camina sola por el centro histórico y se toma una limonada en la Casa de los Azulejos, no necesita ir acompañada. Es una mujer libre e independiente. Se apasiona con la caja de nogal y se dedica a investigar. Realiza muchas entrevistas, toma taxis, va y viene a donde quiere. Escribe, probablemente en una computadora, que no tiene que guardar en un cajón de doble fondo o en una bolsa secreta
de sus enaguas. Lee todo lo que quiere sin que nadie se lo censure. Puede viajar a Europa con su novio o amigo, sin que nadie le pregunte si en Italia tendrán dos habitaciones o compartirán la misma.
Por último quiero decirles que La vida oculta en la caja de nogal, que tan fácilmente se deja leer por amena, ligera e interesantísima, le tomó a su autora varios años de estarla pensando y escribiéndola en su cabeza; muchos meses de estar investigando y comprobando los datos históricos que aparecen en la novela; y otros tantos para escribirla y publicarla en esta hermosa y bien cuidada edición de AMARCAFE. Por todo lo cual te doy las gracias querida Amélie, me has regalado deliciosas horas de lectura.
Muchas gracias.