Paola Jauffred Gorostiza
20/junio/2013
Buenas tardes a todos. Les quiero platicar que cuando Amélie me pidió que presentara La vida oculta en la
caja de nogal me encontré con que la gama de temas sobre los que podía hablar era vasta.
Podía abordar el asunto de la perspectiva femenina en
referencia a los acontecimientos de la Decena trágica. Podía remitirme propiamente a la Decena
trágica.
Podía
hablar de las familias mexicanas, de la intrincada madeja de historias por la
que suelen estar conformadas y de cómo la identidad específica de un individuo puede ser
moldeada por todas esas historias que hasta cierto punto le son ajenas. Podía hablar de la muerte y de cómo, vista desde cierto ángulo puede llegar a ser sólo una ilusión. Podía también tratar el tema de la reencarnación y de sus complicaciones metafísicas y filosóficas. Todos estos temas me
parecieron interesantes y todos ellos están contenidos dentro de la novela.
Pero, para mi sorpresa, elegí hablar de lo único que la novela no trata y que sin
embargo es un tema inherente a ella. La peculiar situación en que se encontrará todo lector ante La vida oculta en
la caja de nogal.
Me explico: Amélie Olaiz eligió la nada fácil tarea de escribir una novela en
primera persona. Las dos protagonistas narran los eventos de sus vidas a través de sus respectivos diarios.
La primera, Elisa se llama, es una mujer de principios del
siglo XX, hija de un militar antimaderista, restringida y ¿por qué no decirlo? victimizada, no sólo por los duros tiempos que corrían sino por la cultura patriarcal a
la que estaba sometida.
La segunda, nieta de la primera y también de nombre Elisa, es una mujer de
finales del siglo XX, dueña de sí misma y libre de todos los prejuicios castrantes padecidos
por su abuela. Ahora bien, el quid del asunto arranca cuando esta Elisa, la
nieta, comienza a sospechar que ella es la reencarnación de su abuela.
Esta sospecha basada en sueños, sensaciones e intuiciones además de su gran parecido físico, es lo que determina lo que
antes denominé como "la peculiar situación del lector".
La novela, ya lo dije, está escrita en primera persona. El
lector no tiene un narrador omnisciente que le diga si debe creer o no en la
sospecha de Elisa nieta. Amélie lo deja en total libertad de creer o no creer. La
interpretación de los hechos será suya y por lo tanto la novela que
leerá
será
la que él o ella determine.
Ya se sabe que no hay dos lectores iguales pero en el caso
de La vida oculta en la caja de nogal el asunto puede llegar a ser contundente.
Así como hay dos Elisas, la novela de Amélie Olaiz dará lugar a dos principales vertientes
de lectores: los que le creen a Elisa nieta y los que no. Digo principales
vertientes porque también habrá otras, como por ejemplo la de los indecisos, que es a la
que yo pertenezco.
Para el lector que crea en los argumentos y hallazgos de
Elisa nieta la novela tendrá una única protagonista hablando desde ambos extremos del siglo
XX. La opinión que le provocará Elisa nieta será muy distinta a la opinión que tendrá el lector escéptico.
Para este primer grupo de lectores, los que creen, la
experiencia de abrir el libro y recorrer sus páginas llevará implícito el descubrimiento de que se
encuentran más allá del tiempo lineal. Los eventos de los que serán partícipes, los del pasado y los del
futuro, serán todos distintos ángulos del presente, diversos
estadios de un solo fenómeno; la existencia de Elisa.
Cuentan los que saben de nigromancia y espiritismo que la
razón
por la que las almas de los muertos son capaces de predecir el futuro es porque
una vez rebasada la barrera de la vida se trasciende el par de opuestos que
marca la existencia carnal. El tiempo deja de tener un antes y un después, se convierte en un tiempo curvo en
el que lo que sucedió, lo que sucede y lo que sucederá
acontece simultáneamente. Esta será "la peculiar situación del lector" que crea en las
afirmaciones de Elisa. Él o ella, como los espíritus descarnados verá el correr simultáneo del pasado y del futuro convertido
en un puro presente.
Permítanme dar un ejemplo. En determinado momento de la novela
Elisa abuela se ve privada de un viaje a Europa como castigo por la mancha que
sus actos han causado en el buen nombre de la familia. Elisa abuela queda hasta
cierto punto sola en ese México revolucionario y revuelto que enmarca sus
circunstancias y no hace sino soñar en los lugares que visita la familia. Paralelamente Elisa nieta, que es
ella misma, disfruta de un gozoso viaje a Italia en compañía de su amante y contempla
precisamente aquello que la Elisa abuela sólo puede imaginar.
Amélie logra eso, coloca a su lector en un sitio desconocido,
allá
afuera del tiempo tal y como lo
percibimos.
Pero todavía más, para este lector no habrá camino de regreso. Al leer La vida
oculta en la caja de nogal habrá participado solamente de un fragmento de lo que en
realidad es una historia descomunal, eterna. Porque cuántas vidas precedieron la historia de
Elisa y su reencarnación y cuántas vidas vendrán después. No hay un principio ni un final sólo este espacio que corresponde al
presente. Joseph Campbell considera que él presente es la dimensión de lo eterno pero para no enredarme
más
en asuntos de índole metafísico diré solamente que el lector, en este
sentido, ocupará un asiento comparable al de Dios.
Ahora bien ¿qué es lo que verá el lector que no crea en los dichos
de Elisa nieta? Primeramente no estará sólo, se verá acompañado por varios personajes dentro de
la novela. Y de ninguna manera se irá con las manos vacías. Para él como para toda la gama de lectores,
Amélie
acuñó
una estupenda recreación histórica con esmerados detalles que permiten sentir a aquella
ciudad de México ya sólo recordada por abuelos o bisabuelos y recreada en algunas
pinturas, algunas fotografías. La ansiedad experimentada por quienes vivieron de cerca
la Decena trágica será palpable, los cañonazos retumbarán en sus oídos. Los héroes y villanos en los que se nos
enseñó
a creer, vistos de cerca cobrarán dimensiones distintas.
Las lectoras harán conciencia de lo privilegiada que
resulta la vida actual: poder no casarse o casarse con quien se quiere, poder
tener o no tener hijos, poder opinar, votar, tener una presencia propia. Quizá
valoren más los esfuerzos realizados por todas las mujeres que
pugnaron para que nosotras pudiéramos vivir así, en libertad.
Una serie de reflexiones de tipo ético y filosófico serán expuestas por Elisa nieta para que
sólo los lectores, las respondan.
Tendrán seguramente que echar un vistazo, como Elisa nieta, al
revoltijo de historias familiares que debieron suceder para que nosotros existiéramos. Y tal vez, eso ya no es
responsabilidad de la autora, de ese vistazo podrán extraer alguna luz.
Creo sinceramente que lo que llegará a ser común a toda la gama de lectores será el descubrimiento de una novela
inusual, arriesgada y absolutamente
honesta. Algo nuevo, una voz nueva, cosa que yo agradezco en lo
personal. Muchas gracias Amélie y ojalá que todos ustedes disfruten de La vida oculta en la caja
de nogal tanto como yo lo hice.
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